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viernes, 10 de septiembre de 2010

CHAD DUGHI EN RESIDENCE 20100910


Vino desde muy lejos y nos trajo las ideas de Guthrie, el sufrimiento de los viejos bluesman del medio oeste, nos trajo muestras del polvo de las tormentas de polvo de las praderas norteamericanas, nos ha sabido transmitir todo el sufrimiento humano en una canción; todavía estoy vibrando con las notas de una guitarra en una tormenta de gritos.

Él es Chad Dughi, una puta maravilla del blues y el folclore americano, un virtuoso de la guitarra que ha nacido de todas las grandes epopeyas de la música del siglo XX, pasamos por Woody Guthrie matando fascistas con su guitarra, hemos vuelto a vivir la emoción de North Country Girl de Dylan, hemos vuelto a recordar a los grandes como Muddy Waters, Hound Dog Taylor y Robert Johnson, ha tenido los santos huevos de hacer dos pases de hora y media cada uno, y eso que tenía repertorio para 4 horas; tenía cigarros, tenía alcohol de Manu, tenía porros que le pasaban.

Hacía tiempo que no lo pasaba tan bien con un concierto, a pesar de todos los indeseables que cada vez más abundan en un buen concierto, decibelios de gritos de gente que no ama la música hizo que el concierto fuera una tortura para los escuchantes interesados, y un trámite difícil para el compañero nacido en Hawai, después afincado en Estados Unidos y ahora enraizado en Irlanda desde donde extiende sus armas de cuerda sobre toda Europa y quién sabe si algún día sobre todo el mundo.

Un amigo y yo pensamos que sería bueno para el mundo sacar los bates de béisbol y romper unas cuantas piernas y enseñar modales a la gente que nunca los han tenido; ya sabemos que las vacaciones han sido muy divertidas, hemos tenido algún romance tórrido con alguna sueca en Benidorm, que nos jode mucho volver al cole después de tanto tiempo escuchando a King África y Georgie Dan; pero es que cuando hay un músico como la copa de un pino, uno no se puede poner a hablar sin considerar a los que verdaderamente están interesados en un evento de esta magnitud y también al propio músico que está trabajando. Para eso están lugares como La Ochoa, El Consorcio, El Conjunto Vacío, El Antzoki, El Azkena… Podría decir más garitos donde hay gente que no está dispuesta ni a escuchar su conciencia. Vale ya cojones, queremos escuchar buena música y en paz, si no, habrá que tomar medidas como parar el concierto y poner la música de Los Saicos y demoler cabezas, o poner European Son y esperar al estruendo final cuando algún bidón metálico suena como una guitarra y en ese momento aprovechar para que no se oiga la matanza.

Ahora mismo estoy escuchando un disco digno de cualquiera de los grandes artistas americanos como Chet Atkins, Bob Dylan o Woody Guthrie. Te traslada a la década de los 20, 30, 40 y 50. Es tan bueno que cierras los ojos y te crees que están escuchando un ensayo en un estudio de grabación de Johnny Cash.

Llevaba 6 armónicas, una cejilla que movía a su antojo por los trastes, un lenguaje corporal que hacía las delicias de cualquier amante del mimo, su guitarra es su amiga y lo demuestra surcando el mástil esprimiendo notas perfectas y en su tiempo durante horas, es una máquina perfecta de hacer música, aparentemente no se cansa de tocar; acabo escribiendo sobre lo que él hace y lo que me hace sentir y la verdad que se me ponen las tetillas como piedras. Es correrse escuchando música. Han vuelto los días de ceniza y polvo, regresaron los aventureros de la noche y se pararon a escuchar a Chad Dughi.

Excepcional. De verdad.